¿Envidia?
No podía evitar mirar con desprecio a la ingenua que se encontraba delante de mí. Alta y guapa como era se creía mejor que todos los que estábamos detrás. Su andar y paso decidido lo decían todo. Seguramente sería una de esas secretarias de altos cargos, despreciadas por todos y humilladas acaso por unos pocos, que se hacían llamar jefes. Pero claro, esto a ella no le importaba. Tenía lo que más ansiase: un novio perfecto dispuesto a darle todo lo que se le antojase, no tendría problemas financieros: su ropa lo decía todo de ella. Llevaba una corta falda, insinuante, de color rojo. A juego tenía puesta una chaqueta blanca, por debajo de la cuál asomaba una camisa del mismo tono de la falda de seda. Era un modelito bien caro, y no encajaba en el lugar donde nos encontrábamos toda esta gente y yo. Empieza a sonar la melodía de un móvil y veo que lo coge con ligereza, de último modelo, no podía ser de otra forma. Quizás sea su amante, o su jefe, reprochándole el tiempo perdido