No sé si muchos sabréis, pero cuando era pequeña a eso de los doce años sufrí acoso escolar, no del físico: Esas son huellas que se borran, sino acoso psicológico. Mis amigas y compañeros se dedicaron a, básicamente, hacerme la vida imposible, despreciarme, echar mis ilusiones por tierra. Rellenita, buena estudiante, y de buena tonta, era la diana perfecta... Pero tras un año que pasé bastante mal, sin ganas de ir al colegio, de tener espacios ociosos con mis compañeros decidí hacer una elección de la cual jamás me arrepentiré: Cambiarme de colegio. Dejaba atrás amigas (no precisamente de mi edad), ilusiones, recuerdos, aulas por las cuales había pasado la mayor parte de mis días estudiando. Todavía recuerdo todos los rincones como si fueran la palma de mi mano. Y a partir de entonces, creáis o no, sufrí un pequeño cambio interior, mi personalidad se hizo más extrovertida, aprendí que a la vida hay que quitarle importancia en muchos asuntos, o te ves oprimida por ellos. Aprendí